Ya se encontraban lo bastante cerca de la costa para oír el atronar de las olas contra la orilla. Las fortificaciones de la puerta marítima se encumbraban muy por encima del ESPADA ESPACTRAL, a apenas una milla de distancia y a ambos lados de la esbelta proa del barco corsario. El viento racheado las llevo los sonidos de una lucha que se libraba a popa. Malus volvió la cabeza y vio a tres druchii que forcejeaban con un esclavo humano engrilletado.
Mientras el noble observaba, el esclavo estrello la frente contra la cara de uno de sus captores. La nariz del guerrero empezó a sangrar después de oírse un crujido de cartílago. E druchii retrocedió un corto paso tambaleante al mismo tiempo que lanzaba un gruñido gorgoteante y alzaba una maza de mango corto.
-¡no!-grito Malus, cuya penetrante voz imperiosa se oyó sin problemas por encima del viento-. ¡Recuerda mi promesa!
El guerrero druchii, con sangre corriéndole por la cara y tiñéndole los dientes desnudos, percibió la mirada del noble y bajo el arma.
Malus llamo con un gesto a los guerreros que forcejeaban con el esclavo.
-Traedlo aquí
El esclavo se retorcía violentamente intentando soltarse de la presa de los captores. El druchii que blandía la maza la dio al humano un empujón que le hizo peder pie, los otros dos guerreros avanzaron arrastrándolo por la cubierta. Los cuatro guardias de confianza de Malus se apartaron a los lados para dejarlos pasar mientras contemplaban al esclavo con frió interés depredador.
Los guerreros obligaron al esclavo a arrodillarse; incluso en esa postura, era tan alto que casi llegaba a los hombros del Malus. Tenía una constitución imponente, con anchos hombros y delgados brazos musculosos bajo el desgarrado gambesón sucio. Llevaba oscuros calzones de lana y botas muy gastadas, y tenia las manos incrustadas en roña y azules del frío. El hombre era joven; posiblemente se trataba de un alabardero o un escudero
bretoniano, y en su rostro se veía mas de una cicatriz de batalla. Clavo en Malus una ardiente mirada de odio y se puso una se Puso a chillar algo en un idioma gutural. El noble la dedico al humano una mirada de repulsión y les hizo un gesto de asentamiento a los dos guerreros.
-quitadle las caderas- les ordeno y luego se voltio a mirar a Arlet Vann -.Haz callar a la bestia.
El guardia se deslizo por la cubierta con rapidez de una serpiente, y aferro al esclavo con una mano engarfiada por el punto en que el cuello se unía al hombro derecho. Un pulgar revestido de acero se hundió en la unión nerviosa, y las odiosas palabras del esclavo se transformaron en un agudo siseo al mismo tiempo que el cuerpo se le tensaba de dolor. Se oyó un tintineo metálico, y los dos guerreros druchii retrocedieron sujetando los grilletes entre ambos.
Malus sonrió.
-Bien. Ahora traduce lo que tengo que decirle.-Avanzo hasta situarse ante el esclavo y poso la mirada en los ojos anegados de dolor-. ¿Eres al que llaman Mathieu?
Con marcado acento, Artelh Vann tradujo la pregunta al bretoniano, casi susurrando al oído del hombre. Gruñendo de dolor, el esclavo asintió con la cabeza.
-Bien tengo una historia bastante graciosa que contarte, Mathieu. Ayer aparecí en la entrada de la bodega de esclavos y anuncie que, como gesto de caridad, dejaría en libertad a uno de vosotros, ileso, antes de atracar en Naggaroth. ¿Lo recuerdas?
Un tumulto de emociones se agito en los ojos del esclavo: esperanza, miedo, y tristeza, todas enredadas entre si. Volvió a asentir.
-Excelente. Recuerdo que hablasteis entre vosotros y que, al final, escogisteis a una muchacha. Era delgada y pelirroja, con ojos verdes como el jade oriental y de dulce piel pálida. ¿Sabes de quien hablo?
Las lágrimas inundaron los ojos del esclavo. Lucho en vano para hablar a pesar de la terrible presa a que lo sometía Arleth Vann.
-Claro que si.-Malus sonrió-. Era tu prometida, después de todo. Si, ella me dijo eso, Mathieu. Se puso de rodillas ante mi e imploro que te dejara libre en su lugar porque te amaba.-Rió suavemente entre dientes al evocar la escena-.Confieso que me quede atónito. Dijo que podría hacer lo que quisiera con ella, cualquier cosa.-Se inclino hacia el esclavo, acercándose lo bastante para oler el sudor que producía el miedo y que le manchaba las mugrientas ropas-.Así pues, la puse a prueba.
>Clar Karond estaba a solo un día de distancia y la tripulación merecía una recompensa por sus afanes, así que se la entregue. Los divirtió durante horas, a pesar de los modales poco sofisticados que tienen. ¡Que gritos…! Sin duda, tu los oíste. Eran exquisitos.
Malus hizo una pausa momentánea mientras Arleth Vann se esforzaba por traducir correctamente, aunque a esas alturas los ojos del esclavo estaban vidriosos, fijos en un punto distante que solo el podía ver, y le temblaba el musculoso cuerpo.
-Cuando la tripulación acabo, me la devolvieron y deje que se divirtieran mis tenientes.-A un lado, Llunara sonrió y el susurro algo a Dolthaic, que le devolvió una sonrisa voraz-. Tampoco en este caso la muchacha fue una decepción. ¡Que placeres, Mathieu! ¡Qué piel tan dulce! Sobre ella, las gotas de sangre brillaban como rubíes diminutos. –Abrió la mano con la que sujetaba la prenda, y la desenvolvió suave y reverentemente-. Fuiste un hombre muy afortunado, Mathieu. Ella era un regalo digno de un príncipe. Mira, te he guardado su rostro. ¿Te gustaría darle un ultimo beso antes de partir?
El esclavo se puso en pie de un salto y soltó un alarido de tremenda angustia, pero Arleth Vann adelanto la otra mano y hundió las puntas de los dedos en la unión nerviosa situada bajo el grueso músculo del brazo derecho del hombre. El esclavo se tambaleo, quebrantado por un dolor cegador. Tenía los ojos muy abiertos y en ellos Malus pudo ver que la oscuridad se propagaba por la mente del humano como una mancha. El esclavo lanzo un lamento de desesperación.
-Espera, Mathieu. Escucha. Aun no has oído la parte realmente divertida. Para cuando la tripulación acabo con ella, imploraba, suplicaba que la dejaran libre en tu lugar. Maldijo tu nombre y renegó una y otra vez de su amor por ti. Pero, por supuesto, yo debía tener en cuenta mi juramento. Veras, dije que dejaría marchar a un esclavo ileso, y eso difícilmente era ya aplicable al caso de ella; así que al final gano su amor y, ¡ay, como odio ella ese hecho!- Malus echo atrás la cabeza y rió-. Disfruta de tu libertad, Mathieu.
De modo repentino, Arleth Vann cambio de sitio las manos y cogio al hombre por el cuello y por el cinturón de los calzones. Después, con sorprendente fuerza, el esbelto druchii alzo al corpulento esclavo de la cubierta y lo lanzo por la borda. El humano choco de plano contra la superficie del agua y desapareció en las gélidas profundidades. El druchii se deslizo a lo largo de la borda y observo atentamente. El viento silbaba y aullaba. El canto de las brujas marinas había cesado.
Cuando el hombre salio a la superficie, jadeando en busca de aire, ya no estaba solo. Dos criaturas acuáticas se aferraban a el, rodeándole el pecho con sus delgados y pálidos brazos. Garras de ébano se hundieron profundamente e hicieron eclosionar flores de color rojo sobre la tela blanca del gambesón del hombre. Gruesas hebras color añil, que no eran cabellos sino viscosos tentáculos de borde serrado, se enrollaron en torno a una muñeca y la garganta, de donde arrancaron largar tiras de piel al apretarse cada vez más alrededor de la victima. Mathieu lanzo un solo grito ahogado antes de que una de las brujas marinas le cubriera la boca con la suya propia. Luego, se hundieron en las aguas y se perdieron en la estela de ESPADA ESPECTRAL.
Aproa se oyó un estruendo metálico: las fortificaciones estaban bajando la enorme cadena que cerraba la entrada del río. Zarcillos de gélida bruma marinas arrastradas por el paso del barco corsario se arremolinaron a ambos lados de la desembocadura del río, girando y enredándose unos a otros detrás de la nave.
En lo alto de la torre de la izquierda, Malus vio figuras esbeltas ataviadas con ropones oscuros y ondulantes bufandas que aparecían dentro de una pequeña cúpula para observar el avance del barco corsario. No les dedicaron ningún gesto de saludo ni de bienvenida, sino que se limitaron a mirar en pétreo silencio. Cuando la nave dejo atrás la cadena del río, una de las figuras se llevo un cuerno a los labios y toco una larga nota doliente para advertir a la ciudad de las barcos de la llegada de los piratas de ensangrentadas manos.
Malus se volvió a mirar a sus guardias con una sonrisa en los labios.
-Es agradable estar en casa.